Entró sin llamar a mi habitación. Levantó a su paso solamente lo que le impedía avanzar. Poco le importo que yo estuviera descansando. Me hice el que dormía. A partir de que se lo creyó, continuo su tonta misión en la tierra. Se agacho a limpiar debajo de la cama. Involuntaria e inevitablemente esa masa carnea debería luchar desesperadamente por salir -por donde fuere- de su agobiante entregenero de algodón y poliester surcado por lineas de elásticos que demostraban haber cumplido su ciclo de elongacion hace ya bastante tiempo. Para colmo no era un día habitual. El perimetral avance de los agregados del domingo dijo presente y esto le resto el poco merito que esgrimía la contención y el acomodamiento que el paso de las horas solía mejorar: Esta vez no tenia retorno. La cuestión se volvió ingobernable. Entonces libero sus ajustes y se rajo un tremendo y estruendoso pedo, imposible de regular en intensidad sonora ni que decir de la composición aromática. Entonces asustados, aterrorizados nos miramos cara a cara y sellamos un pacto: ni yo viví ese pedo ni ella supo que había debajo de mi cama.
Jajajaja! ;)
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