domingo, 31 de agosto de 2008

León cansado.

Enciendo la luz, la apago. Temo por costumbre. Descarto por temor. Pero esta vez la recurrente aridez de mi vida se inunda de variaciones necias que manan del lecho mental que en su lastre deposita miserias de mi pasado. Estoy sentado solo, de pronto y de tonto me veo compartiendo mi silencio con el aire y mi música interior con los espectros de turno: lloro de impotencia porque estoy sordo. Me aburro y hago sonar en tiempo de vals un flujo de sangre azul, surcando venas y arterias: esa maldita rutina de la vida que alguna vez interrumpiré para placer del. Pero sentado sigo, solo como un feto. Solo como llegué a este mundo que no quise y colmado de soledad como alguna vez me dejaron todos. La culpa fue. Sigo solo y rodeado de libros que nunca leeré, trapos sucios, tropas sin tripas, camiones abandonados, hormigas miles de hormigas, baños tontos, ilustradores de zapatos, tordos cagones. La culpa fue, ya no es. Sentado, solo, inmóvil. En la contradicción de mi vida todo gira caóticamente a mi alrededor y contemplo sin asombro la muerte muerta de risa, pero a su vez le ofrendo inmóvil la voluntad que perdí. “Cada vez más seguido me intercambio sábanas y cadenas con mis fantasmas”, le confesé una vez a alguien. Me arrepiento. Todo sigue girando, manchando de negro claro las aristas de mi razón agonizante. Poco queda ya de ella. Siento que las sombras me alcanzan y que mi pacto con la noche ya no tiene sentido. Noche cobarde, infiel, promiscua, nefasta; que la luz del día no deje nada de vos y el sol te niegue volver. Juego al todo y pierdo cada jugada y vuelvo a jugar. Mareado ya no quiero ser el centro de lo que gira sin control, envuelto en el manto final me cobijo del frío y confío cada vez más en mi locura que en todos los cirios ardientes que has podido encender implorando que cambie. No ya; no. Más no que nunca.

Non accontentarti di sopravvivere, devi pretendere di vivere in un mondo migliore, non soltanto sognarlo!