Pobrecita una. Fue demasiado el mérito que había logrado al sobrevivir esto
s frios dias de junio, cuando nadie daba por ella ni la última moneda. Ni su propia madre que solia vivir al extremo lloró su partida, merodeando ese cuerpito destrozado. Es increible que toda esa paz del alma haya transformado a la otra en instantes en la fiera más feroz y encarnizada. Cualquiera se habia acostumbrado ambas sabían resultados. Parecía por su presencia algo más de lo que suponía. De pronto y sin dudarlo, tomó el arma demoledora y un segundo fue suficiente para envolverse en un desgrane de morbosidad y disloque. Parecía un duelo postergado, eterno, plagado de desencuentros; pero al fin se les daba. Lógico que ambas presentian que pocas opciones superaban la muerte segura de una de las dos. Se esperaron y se desearon, los destinos libres de todo entorno hicieron lo suyo, se despojaron de todo cuanto las roedaba. Ignoraban a los tontos. En ese momento nada mas existia. Ella y ella. Cuando
presintio la cercania de la muerte, se le posó de espalda. No podia evitar mirar atras. Era como tener todo de ella encima. El calor de la fricción alteraba el humor del resto, a ella no le importaba. La otra gozaba de la cercania, tomó entonces su arma, la frotó con ganas, la estiró sin fin y disparó con ansias retenidas quien sabe cuanto. Mortal de un segundo, sangre de un instante. Todo terminó, una secuencia mas de la escena. La mosca yacía sobre el mantel y Maitena reía con ganas. El poder de su bandita elástica asesina la había consagrado como una Diana Cazadora. Aleluya!! y bridemos por las pocas moscas de invierno.

