A veces siento que no me hago falta y que se sacuden convulsivamente mis sentidos cada vez que en silencio contemplo el opúsculo que muta amarillo, rosa, rojo y vierte sangre espesa en el ocaso.
Son llamas que se consumen por fin: negro al fin.
Me canso de sobrevolar las hogueras ardientes: ya aquellos brazos ígneos, anónimos y pecadores no claman piedad a mi pasar.
Aun estoy peor cuando de tanto ardor comprendo que soy todo estigma. Entonces poso en lo alto y agito mis alas chamuscadas; entonces reposo en lo bajo y descanso en paz.
Busco el fin.