El mosquito remontó sin problemas la pampita salitrosa y embistió virilmente las nimbus inoportunas que desde temprano le negaban a Febo tocar tierra huarpe. Con evidente indiferencia y suplica al vacío, superó la temible Pie de Palo, demostrándole que su bramido podrá asustar la tierra pero no al cielo. Sube y sube. Embate y embiste. Sube, pero en realidad cuando se de cuenta va a posarse mas abajo: casi el falso mar sera su cota. Poco margen para optar, cuando a la ruta la dibujan binarios duendes matemáticos pariendo coordenadas ordenadas. El crucero custodia a su medida el trayecto eterno de la bola deforme que rota en si. Y cumple su destino cuando por fin fricciona su vientre en la lengua gris del tope.
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estos que se creen con derecho a opinar ...