sábado, 23 de junio de 2007

Cuarenta Horas ...

"Enero, 31 de 2000. Así es, estimado Jorge. Si bien han pasado tantos años desde la promesa que me hice de no escribirle, no alcanzó para ser una eternidad. Los viejos tiempos, aquellos de fantasías y mentiras que vivimos mantienen en mí una maldita presencia, que torna al pasado en perpetuo presente y no me permite imaginar mi futuro. Un futuro que no teine sentido proyectar. Mi Hoy se hace eterno y mis días por venir son mínimos. Repaso las locuras de los años idos y me veo, aquí sentada, frente a mi descarada angustia de vivir sola, rodeada de espectros, rodeada de un mundo que me niego a aceptar que es el mío. Cuarenta horas... todas las semanas, de todos los meses, por todos mis años. Desde el secretariado y la ambición, desde el tranvía y la esperanza, desde el barro y la paciencia. Todo resultó ser un cúmulo de inercias, sin más sentido que sobrevivir, supervivir. Y acá estoy, arrojando al fuego estático que fomenta las llamas de mis últimas miserias, lo poco que queda de mí. ¿Es que debo soportar tanta hipocresía, tanta soberbia?. ¿ No es suficiente saberse (o creerse) más?.¿No alcanza, sacia?. Serán los años que me perturban, el saldo de una vida reprimida. ¡La infatigable obstinación por denostar todo lo que hago o dejo de hacer!. ¿Todo está mal, o nada está bien?. Discúlpeme Jorge que abuso de su atención con mis reflexiones perdidas. ¿Cree Ud. que aún es momento de cambiar?. Sí, en realidad creo que Ud. lo cree. Ahora, necesito que me lo diga. Como siempre necesité su voz, sus brazos, sus besos, su calor, su pasión. Bien sabe que cuando escribí "las locuras de los años idos", sólo me referí a sueños inconclusos. Locuras que no fueron tales, porque siempre que me acerqué, Ud. no estaba ahí, Jorge. Era Ud. producto de mis fantasías. Yo quise que usted fuera así. Jorge, por favor. Debo tomar una decisión. Ayúdeme!. Perdóneme!. Acépteme!. Se me queman las últimas horas, se agotan aquellas reiteradas, permanentes, eternas cuarenta horas de mis interminables semanas. Necesito la paz. Nada cambia. Aguardo sus respuestas. Me encomiendo sin reservas. No espero más que su auxilio. Con el respeto que nunca le falté, Matilde."

"Viernes, 2 de febrero de 2001. Querida Matilde, no sabés que placer me causó volver a saber de vos. Fueron muchos años sin noticias tuyas, desde aquella maldita siesta en La Angélica. Tus fantasías fueron mis realidades. Cómo pudiste transformar esos buenos momentos en ideas retorcidas?. Te das cuenta de lo loca que eras?. Tantas cosas quisiera saber de vos: cómo me encontraste, qué fue de vos en todos estos años, te casaste, tuviste hijos, cuidás tus nietos. En tu carta me volcás una extraña angustia, pero no me hablás de vos. No te entiendo. Vos siempre con esos raros planteos!. Si sabés que intuyo que no vas a mandar otra carta , por qué no me dijiste en ésta todo lo que no hiciste hace tantos años?. Quisiera ahora estar con vos, quisiera ayudarte, en realidad, te hubiese querido ayudar, pero estoy muerto. Y vos seguramente ya lo estás también. Jorge"

1 comentario:

  1. Me gustó releer su brevísimo relato "epistolar" de carácter fantástico.

    ResponderBorrar

estos que se creen con derecho a opinar ...


Non accontentarti di sopravvivere, devi pretendere di vivere in un mondo migliore, non soltanto sognarlo!