
"Enero, 31 de 2000. Así es, estimado Jorge. Si bien han pasado tantos años desde la promesa que me hice de no escribirle, no alcanzó para ser una eternidad. Los viejos tiempos, aquellos de fantasías y mentiras que vivimos mantienen en mí una maldita presencia, que torna al pasado en perpetuo presente y no me permite imaginar mi futuro. Un futuro que no teine sentido proyectar. Mi Hoy se hace eterno y mis días por venir son mínimos. Repaso las locuras de los años idos y me veo, aquí sentada, frente a mi descarada angustia de vivir sola, rodeada de espectros, rodeada de un mundo que me niego a aceptar que es el mío. Cuarenta horas... todas las semanas, de todos los meses, por todos mis años. Desde el secretariado y la ambición, desde el tranvía y la esperanza, desde el barro y la paciencia. Todo resultó ser un cúmulo de inercias, sin más sentido que sobrevivir, supervivir. Y acá estoy, arrojando al fuego estático que fomenta las llamas de mis últimas miserias, lo poco que queda de mí. ¿Es que debo soportar tanta hipocresía, tanta soberbia?. ¿ No es suficiente saberse (o creerse) más?.¿No alcanza, sacia?. Serán los años que me perturban, el saldo de una vida reprimida. ¡La infatigable obstinación por denostar todo lo que hago o dejo de hacer!. ¿Todo está mal, o nada está bien?. Discúlpeme Jorge que abuso de su atención con mis reflexiones perdidas. ¿Cree Ud. que aún es momento de cambiar?. Sí, en realidad creo que Ud. lo cree. Ahora, necesito que me lo diga. Como siempre necesité su voz, sus brazos, sus besos, su calor, su pasión. Bien sabe que cuando escribí "las locuras de los años idos", sólo me referí a sueños inconclusos. Locuras que no fueron tales, porque siempre que me acerqué, Ud. no estaba ahí, Jorge. Era Ud. producto de mis fantasías. Yo quise que usted fuera así. Jorge, por favor. Debo tomar una decisión. Ayúdeme!. Perdóneme!. Acépteme!. Se me queman las últimas horas, se agotan aquellas reiteradas, permanentes, eternas cuarenta horas de mis interminables semanas. Necesito la paz. Nada cambia. Aguardo sus respuestas. Me encomiendo sin reservas. No espero más que su auxilio. Con el respeto que nunca le falté, Matilde."

Me gustó releer su brevísimo relato "epistolar" de carácter fantástico.
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