Arrancó sin dudar, sin llorar y sin mirar todo ese atrás que como siempre quiso olvidar y no pudo, volcando esperanzas en la cuneta y frotando animoso los rostros rojos en el asfalto caliente. Resultó ser una marcha filosa de surcos trazados por otros tantos solos en compañía de un dolor indefinido y procaz. Tentaciones muertas que al nacer trepanaron su memoria negra. Evitó entonces desviar la vista al espejo para privarse de la imagen cada vez más pequeña de su último fracaso. Quiso mutar a una euforia desbordada e inútil, husmeando morbosamente la mentira tibia del desgarro. Cuando el ajado sueño, esmerilado de turbio pesar y sin razón partió su sien, logró finalmente comprender que su suicidio no sería solo uno: seis veces merecía morir para siquiera considerarse digno. Igual no perdonó nada por respeto al bastardo. Su fin fue el principio del Sol.
Vehemente, oscuro, crudo, desesperado, fluido, triste, y al final, un principio inquebrantable.
ResponderBorrarQué buen post.
Lucy: supo lo que hizo, al menos murió un par de lunas, derramando miel azul, pero nunca conjurando fandangos pèrfidos de penumbras.
ResponderBorrarCada uno deja huellas como puede, todo es respetable, todo es comprensible. Hay finales más dignos que seguir en la vida.
ResponderBorrarNI MURIENDO SIETE VECES Y REHACIENDO LOS CAMINOS VIVIDOS HAY COSAS QUE NUNCA CAMBIARIA COMO LA CAPACIDAD DE AMAR DE EL SER HUMANO. OSCURIDAD Y TINIEBLAS HAY EN EL CAMINO ... LA SORTEAMOS Y SIMPLEMENTE NOS DEJAMOS GUIAR POR ELLA.... MORIMOS Y CAMINAMOS HACIA LA LUZ O NOS MANTENEMOS ENLOS GRISES DE LA VIDA
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